"Las personas se miden por la soledad que soportan,
y la mía es mi mayor capital"

abismo.

–¡No somos nada! ¡No vamos a ser nada, joder! ¡NADA!

Patada tras patada, Ryan destrozó la diminuta piscina de plástico que Lauren había montado para Penny. Apenas cabía uno de ellos sentado y encogido, pero para la niña había sido un océano enorme. Y ahora el océano se había roto y desbordado.

Menuda mierda.

El agua salpicó a Lauren y se desparramó por todo el patio trasero, pero incluso con el plástico deshinchado Ryan no paraba de dar patadas, una tras otra sin descanso, estampando su pie contra el suelo y los restos patéticos de la piscina. Al final, los dos terminaron empapados.

–Dime que todo esto es porque piensas pagarme una piscina nueva, porque adoras a mi hermana y querías una excusa para regalarle algo. En serio, dime que no es por lo que pasó ayer.

La voz de Lauren fue fría y cansada, escarmentada por unas semanas que se habían descontrolado y que de repente no parecían tener sentido. El sendero que a principios de verano había visto nacer ahora se resquebrajaba, todo un acantilado oscuro donde podía escucharse el reproche en su fondo, un eco rebosante de finales fatídicos. Y a ambos lados del abismo Lauren y Ryan se asomaban y estiraban los brazos con pereza, ya incapaces de alcanzarse.

–Ayer no pasó nada.

Con una última patada, el plástico se levantó en el aire y luego cayó. Entre el enfado y la pena, una vocecilla ridícula le recordó a Lauren que, sin piscina, tendría que pasarse el resto del verano entreteniendo a su hermanastra con la manguera del patio; era una voz bastante parecida a la de Louie cuando hacía el gilipollas.

Sí, menuda puta mierda.

–¿De verdad vas a ignorar todo lo que haces? Joder, ¡si todavía tienes el labio hinchado!

–¡NO HA PASADO NADA!

Ahora uno frente al otro, Lauren supo que Ryan era una bestia asustada que se esforzaba en ocultar una y otra vez sus dientes afilados. Pero sus ojos llenos de ira y confusión le delataban, y la violencia que llevaba a rastras amenazaba con herir y destrozarlo todo.

–Eres un cobarde.

Las manos de Ryan se aferraron al cuello  de Lauren con fuerza, y en un acto reflejo éste le agarró de las muñecas. El aire se volvió pesado, la electricidad bailaba en el ambiente despacio y crepitante, conteniendo una canción triste que delataba lo peor. Lauren apretó la mandíbula y respiró hondo como pudo, y la tierra no tardó en vibrar para seguir el compás.

Con el atardecer inundando el paisaje, la luz de ambos no llegó a hacerse visible, pero los colores cálidos lo llenaron todo: el sol rojizo recortando sus figuras, la nariz de Lauren sangrando, el labio de Ryan todavía con la hemorragia palpitante.

Al separarse por fin, ambos tropezaron y cayeron al suelo; uno mirándose las manos temblando e incrédulo, y el otro jadeando tras recuperar el aire.

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